Uno de los procedimientos que se aplican en los programas de rehabilitación es el ejercicio terapéutico; esto es, la indicación de un movimiento corporal con un formato planificado. Los objetivos son corregir un deterioro articular o muscular, recuperar un déficit funcional, facilitar desplazamientos y promover la flexibilidad articular y el adecuado balance del cuerpo.
Para alcanzar estas metas, un gran aliado es el ejercicio y los movimientos en el agua, como lo demuestran las clínicas de rehabilitación más avanzadas del mundo que utilizan la hidroterapia y la llamada “piscina terapéutica” por sus cuantiosos beneficios en sus pacientes, entre ellos, la sensación subjetiva de bienestar.
Hidroterapia, una aliada para la rehabilitación exitosa:
En el agua, se aceleran notablemente los tiempos de rehabilitación, ya que se ven facilitadas la movilidad, la flexibilidad general, el control postural, y se manifiesta sensación de bienestar. La clave es que el agua no presenta riesgos de caídas y golpes, lo cual brinda más confianza al paciente.
El hecho de estar en el medio acuático hace que el peso corporal disminuya notablemente y los movimientos sean más lentos y controlados, por lo cual pueden corregirse o mejorarse vicios posturales, logrando la relajación, sobre todo al ser movilizado pasivamente.
El uso del agua para prevenir enfermedades y dolencias, y para acelerar los procesos de rehabilitación, no es algo nuevo: antiguas civilizaciones, como la griega o la romana, ya la conocían y utilizaban. Desde entonces, la hidroterapia –que es el empleo externo del agua como vector de acciones físicas (mecánicas o térmicas)- ha ido desarrollándose y adquiriendo mayor auge, debido al reconocimiento del agua como verdadero método terapéutico en sus múltiples campos de aplicación, como la rehabilitación ortopédica, reumatológica, neurológica y deportiva, entre otras.
Trabajar en piscinas terapéuticas conlleva importantes beneficios sobre la circulación ya que la presión hidrostática -determinante de la fuerza de flotación- genera cambios significativos sobre la circulación periférica, la función cardíaca y la respiratoria. En el agua también se hace más sencillo mantener el equilibrio, desarrollar propiocepción (sentido que informa al organismo de la posición en el espacio) y coordinar movimientos, lo que actúa sobre la confianza del paciente en rehabilitación.
Como todo tratamiento médico, la hidroterapia también tiene contraindicaciones, algunas absolutas (procesos infecciosos e inflamatorios agudos, heridas abiertas, lesiones cutáneas contagiosas, portación de sondas vesicales o de alimentación, trombosis vascular, entre otras); y otras relativas (incontinencias, patología cardíaca, vascular periférica y respiratorios severos no estabilizadas, patología orgánica descompensada).
En definitiva, la rehabilitación en agua es una opción terapéutica sumamente válida, ya que reúne características objetivas y subjetivas de mejoría y de recuperación de la funcionalidad. Estos avances se logran en forma precoz, permitiendo que los pacientes puedan experimentar sensaciones y logros que no se obtienen en otro tipo de ejercicio terapéutico.
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